¡Qué ironÃa! En un perÃodo en que el cáliz sin futuro de la catástrofe estaba a rebosar, yo habÃa superado las pruebas para beber de él. Me habÃa ido lejos, y cuando, tras un prolongado adiestramiento, habÃa vuelto pertrechado con todas las aptitudes necesarias, fue para encontrar el cáliz vacÃo, frÃamente visible su fondo; y yo con más de cuarenta años. Por si eso fuera poco, el único lÃquido que podÃa apagar mi sed era el que otros habÃan apurad