Fortunata y Jacinta | Benito Pérez Galdós
Se puso el sol. Tras el breve crepusculo vino tranquila y oscura la noche, en cuyo negro seno murieron poco a poco los ultimos rumores de la tierra sonolienta, y el viajero siguio adelante en su camino, apresurando su paso a medida que avanzaba la noche. Iba por angosta vereda, de esas que sobre el cesped traza el constante pisar de hombres y brutos, y subia sin cansancio por un cerro en cuyas vertientes se alzaban pintorescos grupos de guinderos, hayas y robles. (Ya se ve que estamos en el Norte de Espana.)"